Pese al nombre de
marquesina y su tremebunda referencia a la
mansión de la muerte nazi es un muy buen libro dentro de la crónica
personal.
“El hombre que
quiso entrar en Auschwitz” hasta hace muy poquito tiempo se atrevió a divulgar
su historia, más movido por causas y azares del destino, que por vanidad.
En realidad, no
es este el recuento de hazañas heroicas y eventos dignos de rememorar, aunque
tiene algo de esto, y mucho más.
Y es que el autor
inglés cuenta el cuento cuando los cuentos deberían ser contados, en la vejez y
en espera del destino manifiesto de todo mortal, mejor así, cuando no hay nada que perder, excepto el cuerpo.
Entretenidísimo,
demorado a ratos, rápido en otros puntos, pero lo mejor insospechado al final,
es una de esas historias que te pueden llevar a creer que Edipo Rey bien vale
la pena de ser leída, hasta por nosotros, los
nada ilustres.
Su reclusión en
el ejército, la batalla del norte de África,
la vida de un prisionero de guerra, la suerte o estupidez de salvar la vida(al
final del relato del libro se sabe por
qué), hecho que prueba que no solo A San
Pablo salva de la muerte Dios, sino también a los forasteros de quinto asiento, y, mejor
aún el cierre de la obra, tan
inesperado, como impactante, convierten esta memoria en uno de los libros del
género infaltable, sobre todo para quien como yo, encuentra razones para ahogarse en todos los charcos de invierno.
El libro no trata
sobre una historia bonita, ni de una superación del concepto humano de ética y
moral. Aún más, después de haber leído
alguna bibliografía sobre diarios, crónicas y memorias generadas a partir del epicentro
de la masacre nazi, me destilo por añejar este libro como una encrucijada impresionante, incluso en momentos
históricos donde pareciera que reina y gobierna el desorden, las directrices
del poderoso, el dictamen matemático del fascismo.
Una palabra te
puede cambiar la vida, la fila de la muerte o la fila de la vida, un paquete de
cigarros puede ser la diferencia entre 50 segundos de muerte súbita o 50 años
de una vida tan normal y tranquila, que pareciera que hay hilos
detrás que controlan el telón de la
existencia.
Sin supersticiones
ni inflamaciones místicas, a cada quien lo que le toca, y a nosotros nos corresponde
un libro cuya naturaleza y mejor
presentación es su relato peliculesco, aunque,
apoyado por datos de evidente consumación histórica.
Toda una joya de registro
personal.
Denis Avey nos
muestra porqué algunas cosas deben ser dichas, no pensadas.
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