¡Es una mierda rara!
Así fue como describí en dos segundos el trabajo de
Murakami.
“Crónica del pájaro
que da cuerda al mundo” es un libro lleno
de psicología real, porque la mente es rara. Por momentos uno no sabe si está dentro de un
sueño freudiano o en un thriller. Y cuando la
historia empieza a cambiar, o por lo menos el estilo del narrador, se
siente que puede devenir en novela
histórica, pero esto es una pequeña parte del todo, y rápidamente uno vuelve a
captar el armazón psicológico de los
personajes.
Aunque tal vez, lo
mejor de los personajes de Murakami, como en este libro, no dependen de sus
rasgos psicológicos, sino de su trazo de experiencias, y cómo en el fondo se
parecen tanto a los vivos de carne y hueso.
Puede ser tal vez que a Murakami le guste jugar con la
densidad y el peso molecular de nuestros sueños, de nuestras vigilias. Los personajes terminan siendo el sustrato
literario de lo que uno desea, o piensa que no desea, pero que asume.
Estas palabras no pueden ser coherentes, ya que para
referirse hay que tomar un poco de la
esencia del objeto y, en este caso
particular es un algo muy raro,
interesante, e incluso, por algunos lares tenebroso.
El japonés es el único capaz de hacer de un pozo un halo existencial, un jodido pozo de
agua, abandonado, coincidente en esta
característica por cierto, con el
personaje de la obra.
Puede que de este
modo el autor nos diga que únicamente encajamos
dentro de un universo que ya era nuestro;
solo soñamos lo que ya somos, no la idea de lo que queremos, sino que es
el propio sueño el que nos elije, como si fuéramos una lluvia amaestrada de
invierno.
Incluso hasta yo sé que,
crear un texto, como “el pájaro
que da cuerda” teniendo como epicentro un ente insustancial en forma de hueco
es una maestría total.
En el universo de murakami hay pléyades, constelaciones que
se agrupan, rocas que son planetas que son sistemas que son galaxias. Tiene su estilo, y se repiten
rasgos convulsivos de otros títulos propios. Pero lo mejor es que no aburren, ni son
vanidades de un autor que aparenta profundidad sin saber de qué va la vida.
En murakami las repeticiones
son bocadillos que saltan y se te meten en la boca.
Por instantes, no sabrás en qué parte del libro estás, o si caíste al pozo, o si saliste, o si el
pozo es la cama, o el pozo sos vos.
Al describir las
relaciones sexuales, que son pocas, ya que ni en broma hay elemento erótico, hay algo que no puedo
masticar. No me siento cómodo con sus
descripciones en este caso,
probablemente porque lo recrea de
forma tan parecida a la realidad, que deja de interesarme. Sin embargo, me fascina lo que quiere sugerir a través de los encuentros sexuales,
aunque no tengo la menor idea de lo que
sea. Varios libros he leído, y, como en
este caso, he sido incapaz de rumiarlo.
Pero me gusta.
Un último apunte, a pesar del título, como la mayoría de libros de Murakami,
inspirados en canciones, pude ver al
pájaro entre las filminas del libro, pero, nunca, por así decirlo, le vi las
plumas.
Otra estrategia deliciosa del japonés.
Al final, luego de hacer tal profesión coloquial sobre el libro, justamente al amigo
que dejé en la estación de autobús, me pregunto si alguna vez
Se atrevería a leer
el libro, o si, muy al contrario, le había quitado un lector a Haruki Murakami,
me temo, para siempre.
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